Tempus fugit


El tiempo que voy a emplear en escribir este post quedará postergado al pasado. Siempre fue un concepto que me resulto muy interesante y que incluso de una manera sencilla trataba de sacar en las clases de religión para debatir.
Es un concepto que unifica la eterna discusión entre ciencia y fe, ya que siendo uno de los conceptos propiamente científicos, véase que la teoría de la relatividad es el descubrimiento científico por excelencia del siglo XX, siempre tuvo su parcela para la filosofía, metafísica, ontología y teología.
Dios no tiene espacio ni tiempo, está en todas partes y no tiene, ni principio ni fin. Por eso muchas veces el antropomorfismo que aplicamos a Dios resulta tan incompleto. Utilizamos analogías para tratar de llegar a Dios pero estas dos categorías espacio - tiempo nos reducen la omnipresencia y omnipotencia de Dios.

Pero vayamos a lo práctico, nuestro tiempo, el tiempo se escapa de nuestras manos, TEMPUS FUGIT.
Cuando nacemos, ya son nuestros padres, los que en ese momento desean por nosotros, que demos las primeras palabras y los primeros pasos. Al alcanzar esta meta, creo que se produce la mayor estabilidad en nuestra vida, ya que a renglón seguido aparecemos en la adolescencia ansiando llegar a la mayoría de edad, pensando que nuestro cordón umbilical se acabará por romper. En esos 18 años después de haber vivido nuestra primera pequeña independencia, queremos una mayor, ansiando la independencia económica, ansiando un puesto de trabajo y así poder subsistir y sólo rendirme cuentas a mí mismo.
Cuando alcanzamos la meta del trabajo estamos siempre pensando en el fin de semana, cuando llegará, para de esa forma poder descansar, pero llegado el fin de semana y su finalización resulta que nos resultaría más deseado las vacaciones para de esa forma desconectar.
Pasan los años en está dinámica y surge el pensamiento de que ya he dado todo lo que tenía que dar, a ver si me jubiló de una vez y así podré disfrutar de las hobbies, la lectura, los nietos, familia, etc., que mi vida laboral no me dejó disfrutar, pero....
Llegamos a la jubilación y nos damos cuenta que nos gustaría volver a empezar.

Leyendo esta historia nos damos cuenta de que exagero, pero en el fondo algo parecido nos pasa. Queremos que el presente sea el futuro y cuando llega ese futuro desearíamos que fuera el pasado. Dejamos pasar acontecimientos en nuestra vida por no estar en ellos. El devenir de la vida hace que un acontecimiento no sea igual que los que tuvimos, todo cambia. La vida debe ser vivida en cada etapa de nuestra vida, no es mejor la infancia que la juventud, ni la juventud mejor que la edad adulta, cada momento tiene sus pros y sus contras.
Cuando nos vienen dificultades pensamos que siempre será así nuestra vida y no esperamos darle esa vuelta de tuerca para cambiarla. Cuando estamos eufóricos y la vida nos sonríe pensamos que siempre será así y nos subimos a un pedestal.
Por eso que, TEMPUS FUGIT, no lo podemos parar ni dominar, pero sí que es distinto que nosotros naveguemos por nuestra vida y no que la vida nos lleve a la deriva.

Dios, cuando hizo el tiempo, lo hizo de sobra.
Proverbio irlandés

Todo este post surgió después de una conversación con un feligres que se acaba de jubilar.


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