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La gallina desplumada






A una mujer que se confesaba frecuentemente de hablar mal de los demás, san Felipe Neri le preguntó:


— ¿Te sucede con frecuencia hablar mal del prójimo?


— Muy a menudo, Padre -responde la penitente.


— Hija, creo que no te das cuenta de lo que haces. Es necesario que hagas penitencia. He aquí lo que harás: mata una gallina y tráemela enseguida, desplumándola por el camino desde tu casa hasta aquí.


La mujer obedeció, y se presentó al santo con la gallina desplumada.


— Ahora -le dijo Felipe-, regresa por el mismo camino que viniste y recoge una por una las plumas de la gallina…


— Pero eso es imposible, padre -rebatió la mujer-, con el viento que hace hoy no podré encontrar más que unas pocas.


— También yo lo sé -concluyó el santo-, pero he querido hacerte comprender que si no puedes recoger las plumas de una gallina, desparramadas por el viento, tampoco puedes recoger todas las calumnias levantadas y dichas de mucha gente, y en perjuicio de tu prójimo.

No quisiera añadir muchas palabras para no desvirtuar el sabroso mensaje que nos ofrece esta anécdota, pero quisiera hacer una pequeña referencia.
Es un gran pecado colectivo el hablar de los demás sin ser muchas veces conscientes del daño que podemos causar. Primero si es falso se convierte en calumnia y segundo si es cierto se convierte en difamación. Nos gusta "ver la astilla en el ojo del prójimo y no reparamos en la viga que llevamos en el nuestro"
Si este post nos hizo pensar algo en esto, quisiera darme con un canto en los dientes.


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"Ecclesia casta et meretrix"


Esta nueva entrada, surge después de ver ciertos artículos periodísticos, escuchar tertulias en la radio, y opiniones de internautas ante noticias que surgen en la prensa digital...
Pues sabéis que os digo, ¡yo sigo queriendo a la Iglesia!, y me explico.


CASTA (referido a la santidad de la Iglesia). La Iglesia es santa ya que es el mismo Jesús quien la funda. No es el motivo de nuestra fe, ya que creer, lo que se dice creer, se cree en Dios. Nuestra fe en la Iglesia deriva de nuestra fe en Dios. No es "el" motivo de nuestra fe, pero sí es "un" motivo de la fe. Nos ayuda a creer en Dios y a Dios. Fue el mismo Jesús quien la fundó y no una invención humana, y así nos hablaba San Juan Crisóstomo: 
"¿Cómo se les habría podido ocurrir a doce pobres hombres, para postre ignorantes que habían pasado su vida en los lagos y en los ríos, emprender una obra semejante? Es evidente que si no lo hubieran visto resucitado y si no hubieran tenido una prueba irrefutable de su poder, no se habrían expuesto a un riesgo tan grave" 
y en esa época, ¡que graves! eran los riesgos que tuvieron los primeros cristianos, persecuciones, falsas acusaciones...

MERETRIX ("prostitución" referido al pecado que hay en los miembros de la Iglesia) Los hombres somos pecadores y en nuestra condición humana cometemos pecados. En el concilio Vaticano II, en la constitución Gaudium et spes 43, se nos dice:
"Aunque la Iglesia, por la virtud del Espíritu Santo, se ha mantenido como esposa fiel de su Señor y nunca ha cesado de ser signo de salvación en el mundo, sabe, sin embargo, muy bien que no siempre, a lo largo de su prolongada historia, fueron todos sus miembros, clérigos o laicos, fieles al Espíritu de Dios. Sabe también la Iglesia que aun hoy día es mucha la distancia que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los mensajeros  a quienes está confiado el Evangelio. Dejando a un lado el juicio de la historia sobre estas deficiencias, debemos, sin embargo, tener conciencia de ellas y combatirlas con máxima energía para que no dañe a la difusión del Evangelio"
Se resalta que la Iglesia abraza en su seno a pecadores y que, santa y siempre necesitada de purificación, busca sin cesar la conversión y la renovación.

Sin embargo, resulta muy difícil entender esta dualidad de santa y pecadora, "casta y prostituta" como dijo San Ambrosio . Pero, para resumir diremos que hay que tener en cuenta que ambas dimensiones no tienen el mismo peso: la Iglesia es santa en su vocación y pecadora cuando contradice esa vocación.
A mi desde siempre me resulto ver los errores de la Iglesia una clara prueba de la existencia de Dios. Si la Iglesia a lo largo de los siglos cometió alguna atrocidad, que si que las cometió, y no las voy a enumerar porque ya hay bastantes que las recuerdan, la Iglesia nunca se derrumbó sino que tomó nuevo rumbo con multitud de Santos que surgían precisamente en esos momentos. Si la Iglesia sólo estuviese sustentada en manos humanas no habría, perdón "ni Dios que la conociese" se derrumbaría como muchos imperios a lo largo de la historia que después de los errores y vicios se cayeron. Dios la sostiene y la mantiene viva dejándola en la fragilidad del la condición humana en su gobierno, pero nunca desaparecerá porque DIOS EXISTE.

Una anécdota de Napoleón que siempre me llamó la atención, sucedió hace 200 años. El emperador francés Napoleón engullía con sus ejércitos a los países de Europa con la intención final de dominar totalmente el mundo. En aquel entonces dijo una vez al Cardenal Consalvi:


"Voy a destruir su Iglesia" El Cardenal le contestó: "No, no podrá". 
Napoleón, con sus 150 cm. de altura, dijo otra vez: "¡Voy a destruir su Iglesia!"
El Cardenal dijo confiado: "No, no podrá. !Ni siquiera nosotros hemos podido hacerlo!"
Si los malos Papas, los sacerdotes infieles y miles de pecadores en la Iglesia no han tenido éxito en destruirla desde su interior -le estaba diciendo implícitamente al general- ¿cómo cree que Ud. va a poder hacerlo?

El Cardenal apuntaba a una verdad crucial. Cristo nunca permitirá que Su Iglesia fracase.
La Religión es imperfecta, pero solamente porque el hombre también lo es... Todos, incluido el que os escribe.


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Pater putatibus


Sucedió en momentos próximos a mi ordenación sacerdotal un encuentro casual con un matrimonio, que ellos aprovecharon para felicitarme y valorar el paso que iba a dar. Me preguntan por mis padres, y entendienden la alegría que ellos, también deben estar sintiendo. Luego, surge el tema de la escasez de sacerdotes y la necesidad que hay en la Iglesia de vocaciones. Yo siendo conscientes de su elevado interés en la cuestión, les pregunto si su hijo se lo ha planteado en alguna ocasión; y es entonces cuando me miran sorprendidos dándome a entender que la respuesta era clara, dado que ellos sólo tenían ese hijo, y ¿cómo podía ser posible que siendo hijo único iban a ser privados de un futuro familiar sin descendencia?

Es 19 de marzo, día del Seminario, en la festividad de San José (Pater Putatibus, el padre pensado) de ahí el origen del hipocorístico PePe.
La anécdota relatada en el principio siempre me hizo pensar mucho y en alguna homilía relacionada con las vocaciones la sacaba a colación. ¿Es qué los curas somos tan infecundos como para no dejar huella en este mundo? ¿Somos tan infecundos que al morir no podemos abrir nuestras manos y darnos cuenta que hemos ofrecido algo a este mundo?
Suelen decir, como ejemplo, que una vida se llena plantando un árbol, escribiendo un libro y teniendo un hijo. Bueno, yo conozco gente que no hicieron ninguna de esas tres cosas y que han vivido una vida plena. Y también gente que plantaron árboles, escribieron libros y tuvieron hijos y sus vidas se encontraban estériles. Porque hay libros que lo único que parecen son puzzles en los que se colocan palabras; hijos que de sus padres sólo recibieron la carne; y árboles que escasamente producen sombra.
Ese matrimonio tenían sólo un hijo, y no se preocupaban si su hijo sería feliz respondiendo a una posible vocación sacerdotal, sino si su nieto llegaría a este mundo. Se saltaban una generación.
No debemos tener una mentalidad tan mercantil para la vida, pensando en ahorrarla, buscando simplemente unos beneficios. No debemos guardar la vida en el ropero, pensando que en la vejez liquidaremos el crédito, seremos finiquitados y luciremos esa vida. Una oración de Luis Espinal (jesuita asesinado en Bolivia en 1980) puede expresar mejor esto:
"Pasan los años y, al mirar atrás, vemos que nuestra vida ha sido estéril. No nos la hemos pasado haciendo el bien. No hemos mejorado el mundo que nos legaron. No vamos a dejar huella. Hemos sido prudentes y nos hemos cuidado. Pero, ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser el llegar a viejos. Estamos ahorrando la vida, por egoísmo, por cobardía. Sería terrible malgastar ese tesoro de amor que Dios nos ha dado"
Sí, hoy en día hablamos de crisis vocacional al sacerdocio y así lo expresan las encuestas de la Conferencia Episcopal Española, a pesar de que hallamos subido este año en seminaristas. Pero, podemos verlo también desde el punto de vista que no sólo hay crisis en las vocaciones sacerdotales, sino también en las matrimoniales. No es un tema exclusivo, aunque sólo se hable de las sacerdotales, sino de la vocación en general. De mi vocación como cristiano, de mi vocación al matrimonio, de mi vocación al sacerdocio... Es una crisis de compromiso y de fidelidad. Asusta hoy en día mucho el compromiso, el "para toda la vida" Si queremos que haya vocaciones primero tenemos que ser fieles a la primera llamada que es la vida y juntamente con esa vida, nuestra Fe.

"Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies" (Mt 9, 37b-38)


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Las homilías, como las minifaldas


Hace tiempo una persona me hizo la siguiente comparación picarona: "Las homilías tienen que ser como las minifaldas". Yo contesté espontáneamente, a esa cara con sonrisa maliciosa, "¿tienen que ser cortas?". Él comenzó a pasar de sonrisa a risa y añadió: "y que enseñen"
Esta anécdota saltó en mi cabeza después de leer un consejo que nos llega desde el Vaticano y que apareció en algún medio de comunicación, El Vaticano recomienda que las homilías no deben durar más de ocho minutos" 
Aunque resulte un tema circunstancial no deja de llamarme la atención y hacerme reflexinar sobre la importancia que tiene, más que por la duración por el hecho de la preparación. Aunque sigo manteniendo que lo breve y bueno, dos veces bueno
Una cosa está clara, el mensaje de Jesús es muy atrayente para cualquier persona e ideología, el aforo de gente está asegurado, tenemos todos los medios posibles para transmitirlo, en definitiva cualquier responsable de marketing se daría con un canto en los dientes teniendo todas estas posibilidades.
¿Cuál es el problema entonces?
La preparación y la ejecución por parte del predicador.
Nos falta preparar esas homilías  y cuando digo preparación no me refiero simplemente asimilar conceptos y posteriormente estructurarlos para poder expresarlos, sino al vivir esa palabra de Dios, al convencimiento personal de que forma parte de mi creencia y no sólo del intelecto. Es bueno llevarlo a la oración, el vivir ese mensaje tan atrayente, que va dirigido no sólo a los que le predico, sino a mi propia persona y no hacerle caso al modismo: "haz lo que digo y no lo que hago" Es bueno también el actualizar ese mensaje al tiempo en el que vivimos, así lo expresa el responsable en el Vaticano de esta recomendación, el Arzobispo Nikola Eterovic: "Cuando predicamos deberíamos tener en una mano la Biblia y en la otra el periódico"
La ejecución debe ser vital más que magistral, no tanto el dar conceptos como vivencias y experiencias. Debe ser más un estar con Dios que un saber de Dios. Eso se consigue más que llevando una hoja escrita el llevarlo escrito en el corazón. Es por lo tanto necesario que las homilías las llevemos antes a la oración. Que sean el motivo de nuestra oración las lecturas dominicales del domingo posterior. Por último, creo que es indispensable que miremos a los ojos de los que le hablamos para que ellos también descubran la sinceridad de nuestras palabras. Debemos ser altavoces, simplemente medios que utiliza Dios para hablarles a sus criaturas.


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Tercera edad


Tercera edad es el eufemismo que hemos inventado para evitar decir anciano, viejo...
Primera etapa que gastamos en el crecimiento y formación.
Segunda que gastamos en la producción, nuestra edad "útil"
Tercera etapa que coincide normalmente con la jubilación.
Jubilación que preciosa palabra en su definición etimológica, proviene del latín "jubilare" (gritar de alegría), y que horrorosa en el lenguaje coloquial identificándola con inactividad, parón, improductividad...

He tenido la suerte toda esta semana de darle unas charlas a 200 ancianos en el asilo y recurriendo a un tópico, he aprendido muchísimo de ellos.
He descubierto que necesitamos tener un aprendizaje de "Saber envejecer" ser conscientes de nuestra realidad y nuestra meta, eso nos evitará el tener sobresaltos.
Dicen que cuando muere un anciano se cierra una biblioteca, ¡cuanta razón! puede que yo les llevara conocimientos de libros, que por circunstancias de la vida ellos no pudieron aprender, pero cuando tuve la oportunidad de hablar con ellos me pudieron relativizar ciertas cosas mirando hacia lo fundamental, compartiendo experiencia. Ya lo dice el refrán: "sabe más el diablo por viejo que por diablo" Las circunstancias son menos importantes que la misma persona. El ser lo ponen por encima del tener. Salud, dinero y amor... a ellos les llega pensar en la salud y en el amor para luchar contra la mayor enfermedad que descubren que es la soledad. Una palabra, una caricia, el cariño que le ponen esas religiosas les hace manifestar que son felices.
Me agradecieron mucho las palabras que les decía, que se tenían que mirar al espejo cada mañana y dar gracias a Dios por la obra de creación que hizo en ellos, que todavía les quedaba mucho por hacer y mucho por decir.
Cada etapa en la vida tienen sus cosas buenas, pero también sus cosas malas, pero no por ello a nadie nos convierte en inservibles. La curiosidad, la ilusión, la sorpresa motores que nos hacen sentir vivos y que nos descubren que la vida tiene jugo que podemos extraerle. Uno no se hace viejo o anciano por los años, sino por perder el encanto de que te sorprenda la vida.
Necesitan nuestro cariño. Que les planchemos sus arrugas y que descubran como lo hacían las culturas antiguas que la experiencia es un grado.
Respetemos y consideremos a nuestros ancianos, pues ellos son como cofres donde se guardan los secretos de la existencia.


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Último libro leído



Acabo de leer el libro "Mala Tierra" de María Vallejo-Nágera y es un libro que su lectura no deja indiferente. Trata el tema del aborto, familia, violencia, adopción, vocación...
Una historia que sabiendo que es real crea una mayor tensión, sobre todo en los episodios más escabrosos de la vida de la protagonista (Anne Sophie), pero también un hablar con un motivo justificado.
Es una historia impresionante donde aparece lo mejor y lo peor de la condición humana. Donde lo imposible puede tener solución.
La autora convertida gracias a la Virgen de Medjugorje (Bosnia), que yo también tuve la suerte de visitar, puede entender la parte final del testimonio de Anne Sophie cuando descubre su vocación.


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