Pater putatibus
Sucedió en momentos próximos a mi ordenación sacerdotal un encuentro casual con un matrimonio, que ellos aprovecharon para felicitarme y valorar el paso que iba a dar. Me preguntan por mis padres, y entendienden la alegría que ellos, también deben estar sintiendo. Luego, surge el tema de la escasez de sacerdotes y la necesidad que hay en la Iglesia de vocaciones. Yo siendo conscientes de su elevado interés en la cuestión, les pregunto si su hijo se lo ha planteado en alguna ocasión; y es entonces cuando me miran sorprendidos dándome a entender que la respuesta era clara, dado que ellos sólo tenían ese hijo, y ¿cómo podía ser posible que siendo hijo único iban a ser privados de un futuro familiar sin descendencia?
Es 19 de marzo, día del Seminario, en la festividad de San José (Pater Putatibus, el padre pensado) de ahí el origen del hipocorístico PePe.
La anécdota relatada en el principio siempre me hizo pensar mucho y en alguna homilía relacionada con las vocaciones la sacaba a colación. ¿Es qué los curas somos tan infecundos como para no dejar huella en este mundo? ¿Somos tan infecundos que al morir no podemos abrir nuestras manos y darnos cuenta que hemos ofrecido algo a este mundo?
Suelen decir, como ejemplo, que una vida se llena plantando un árbol, escribiendo un libro y teniendo un hijo. Bueno, yo conozco gente que no hicieron ninguna de esas tres cosas y que han vivido una vida plena. Y también gente que plantaron árboles, escribieron libros y tuvieron hijos y sus vidas se encontraban estériles. Porque hay libros que lo único que parecen son puzzles en los que se colocan palabras; hijos que de sus padres sólo recibieron la carne; y árboles que escasamente producen sombra.
Ese matrimonio tenían sólo un hijo, y no se preocupaban si su hijo sería feliz respondiendo a una posible vocación sacerdotal, sino si su nieto llegaría a este mundo. Se saltaban una generación.
No debemos tener una mentalidad tan mercantil para la vida, pensando en ahorrarla, buscando simplemente unos beneficios. No debemos guardar la vida en el ropero, pensando que en la vejez liquidaremos el crédito, seremos finiquitados y luciremos esa vida. Una oración de Luis Espinal (jesuita asesinado en Bolivia en 1980) puede expresar mejor esto:
"Pasan los años y, al mirar atrás, vemos que nuestra vida ha sido estéril. No nos la hemos pasado haciendo el bien. No hemos mejorado el mundo que nos legaron. No vamos a dejar huella. Hemos sido prudentes y nos hemos cuidado. Pero, ¿para qué? Nuestro único ideal no puede ser el llegar a viejos. Estamos ahorrando la vida, por egoísmo, por cobardía. Sería terrible malgastar ese tesoro de amor que Dios nos ha dado"
Sí, hoy en día hablamos de crisis vocacional al sacerdocio y así lo expresan las encuestas de la Conferencia Episcopal Española, a pesar de que hallamos subido este año en seminaristas. Pero, podemos verlo también desde el punto de vista que no sólo hay crisis en las vocaciones sacerdotales, sino también en las matrimoniales. No es un tema exclusivo, aunque sólo se hable de las sacerdotales, sino de la vocación en general. De mi vocación como cristiano, de mi vocación al matrimonio, de mi vocación al sacerdocio... Es una crisis de compromiso y de fidelidad. Asusta hoy en día mucho el compromiso, el "para toda la vida" Si queremos que haya vocaciones primero tenemos que ser fieles a la primera llamada que es la vida y juntamente con esa vida, nuestra Fe.
"Rogad al dueño de la mies que envíe operarios a su mies" (Mt 9, 37b-38)
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