Las homilías, como las minifaldas


Hace tiempo una persona me hizo la siguiente comparación picarona: "Las homilías tienen que ser como las minifaldas". Yo contesté espontáneamente, a esa cara con sonrisa maliciosa, "¿tienen que ser cortas?". Él comenzó a pasar de sonrisa a risa y añadió: "y que enseñen"
Esta anécdota saltó en mi cabeza después de leer un consejo que nos llega desde el Vaticano y que apareció en algún medio de comunicación, El Vaticano recomienda que las homilías no deben durar más de ocho minutos" 
Aunque resulte un tema circunstancial no deja de llamarme la atención y hacerme reflexinar sobre la importancia que tiene, más que por la duración por el hecho de la preparación. Aunque sigo manteniendo que lo breve y bueno, dos veces bueno
Una cosa está clara, el mensaje de Jesús es muy atrayente para cualquier persona e ideología, el aforo de gente está asegurado, tenemos todos los medios posibles para transmitirlo, en definitiva cualquier responsable de marketing se daría con un canto en los dientes teniendo todas estas posibilidades.
¿Cuál es el problema entonces?
La preparación y la ejecución por parte del predicador.
Nos falta preparar esas homilías  y cuando digo preparación no me refiero simplemente asimilar conceptos y posteriormente estructurarlos para poder expresarlos, sino al vivir esa palabra de Dios, al convencimiento personal de que forma parte de mi creencia y no sólo del intelecto. Es bueno llevarlo a la oración, el vivir ese mensaje tan atrayente, que va dirigido no sólo a los que le predico, sino a mi propia persona y no hacerle caso al modismo: "haz lo que digo y no lo que hago" Es bueno también el actualizar ese mensaje al tiempo en el que vivimos, así lo expresa el responsable en el Vaticano de esta recomendación, el Arzobispo Nikola Eterovic: "Cuando predicamos deberíamos tener en una mano la Biblia y en la otra el periódico"
La ejecución debe ser vital más que magistral, no tanto el dar conceptos como vivencias y experiencias. Debe ser más un estar con Dios que un saber de Dios. Eso se consigue más que llevando una hoja escrita el llevarlo escrito en el corazón. Es por lo tanto necesario que las homilías las llevemos antes a la oración. Que sean el motivo de nuestra oración las lecturas dominicales del domingo posterior. Por último, creo que es indispensable que miremos a los ojos de los que le hablamos para que ellos también descubran la sinceridad de nuestras palabras. Debemos ser altavoces, simplemente medios que utiliza Dios para hablarles a sus criaturas.


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2 comentarios:

Fray Emilio, Capuchino dijo...

Me ha recordado lo que me dijo un fraile cuando era seminarista (en el seminario menor): "No prediques nunca nada que no vivas". En el fondo es más o menos lo que has contado. Estoy completamente de acuerdo

filipides dijo...

Muy bueno el post. Cortas y que enseñen... Esos predicadores que son capaces de consumir minutos y minutos sin decir nada me dan mucho miedo. Lo breve si conciso, perfecto

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