El Papa en el Obradoiro

Hay días que se marcan de una forma muy especial en cada vida. Yo tendré presente el 6 de noviembre de 2010.
La salida la teníamos programada desde el Obispado de Ourense a las 10:30, ibamos entorno a 52 sacerdotes.
A las 12:30 teníamos programada la comida, hora temprana, pero "el comer y el rascar todo es empezar" pero al terminar me di cuenta que "había comido como un cura" paella, pescado, carne, flan y café fue el menú.
Retomamos rumbo a Santiago, siendo corto el trayecto, dado que habíamos comido en sus afueras y ya se empezaban a ver las vallas, globos, banderas y papelitos de colores que delataban que por allí ya había pasado el Papa. Fue en ese momento cuando empecé a notar la emoción que todavía iba escondida y que empezaba a delatarse, no perdiendo detalle de lo que nos ibamos cruzando, mucha policía, la Real Banda de Gaitas de Ourense, gente caminando hacía el centro y lo más llamativo el McDonald's engalanado con globos blancos y amarillos.
Paramos en San Caetano y desde allí rumbo a Fonseca, actual Rectorado de la Universidad de Santiago, donde nos teníamos que revestir. Este trayecto lo hicimos por el casco antiguo donde la aglomeración de peregrinos nos iba indicando que ya estábamos cerca. Nos encontramos con cinco jóvenes que portando una bandera daban a entender que no iba ser un encuentro agradable. No reproduzco sus palabras porque este post puede ser leído en horario infantil. No entramos al trapo, yo simplemente le dediqué una sonrisa a una joven que se dirigía a mí con cierta contundencia. Siendo sincero vi que la sonrisa tuvo mejor resultado que cualquier palabra, aunque reconozco que me hubiese encantado hablar con ella. Esto ayuda también a pensar que los sacerdotes llevamos nuestro ministerio en vasijas de barro, algo frágil que debemos cuidar y que mucha responsabilidad tenemos para que nuestro testimonio no de motivo a que alguna persona se aleje de Dios. ¿Qué motivo tendría esta joven para estar enfadada conmigo sin conocerme?
Pasados los controles pertinente entramos en el salón de actos de Fonseca donde nos revestimos. Los que ibamos a repartir la comunión salimos antes para que nos entregaran el copón y colocarnos en la zona asignada.
Estaba llegando el momento. Tengo visto la plaza de Obradoiro muchísimas veces y con emociones variadas: venir caminando desde Roncesvalles, encuentro con jóvenes,..., pero esta vez era distinta a otra ocasiones. Iba concelebrar con el Papa en mi tierra de Galicia. Iba sentirme comunión con toda la Iglesia universal, iba oír a una persona que me va ganando según avanza su pontificado.
Hubo retraso y eso hizo crecer las ansias de verle. Los cánticos, las frases proclamadas no cesaban y aumentaron cuando en la pantalla se pudo ver que el Papa estaba saliendo del Arzobispado, lo cual anunciaba que pronto llegaría. El Papa había llegado y me encontraba en un sitio privilegiado en el cual se bajaría del Papamóvil a 5 metros. La primera visión directa que tuve de él me dejó estático, eso sí también vi la fragilidad de un hombre de 83 años que manifestaba una ligera timidez.
Los gritos de apoyo al Papa se vieron calmados ante las indicaciones de que ibamos a celebrar la Eucaristía. El silencio fue absoluto, algo que me impacto, pasar de la euforia al recogimiento, de lo humano a lo divino, ibamos a participar en la Eucaristía.
La celebración fue en español, latín y gallego, algo que me impacto, ver al Papa utilizar la lengua que mamé y que utilizo para ser su continuador con mis feligreses. La homilía es el punto fuerte del actual Papa, no tan acostumbrado al lenguaje corporal como Juan Pablo II, pero profundo en sus palabras. Pronunció un mensaje que me dejó como pinceladas la reevangelización que tiene que vivir Europa abriéndose  a Dios, que Dios y el hombre no son antagónicos en la busqueda de la libertad y valentía en el testimonio de los cristianos.
El momento de la consagración fue el de mayor comunión con mi pastor. Sabemos por liturgía que cada vez que celebramos nos unimos a toda la Iglesia y mi celebración esta unida a la celebración del Papa, pero hacerlo tan físicamente cercanos hizo sentirme más unido a esa comunión.
Después de administrar la comunión, tocándome delante de la puerta del Hostal de los Reyes Católicos, y al ir hacer la reserva, una gran alegría el copón con el que habíamos dado la comunión quedaba para nosotros como recuerdo del día.
El canto final "Salve marinera" interpretado por la Escuela Naval de Marín fue el punto final que di motivo a la estampida de aplausos, cánticos y muestras de cariño hacia el papa, acordándole que "Sí, sí, sí, nos vemos en Madrid.
Me siento dichoso de haber podido participar en esta eucaristía. No me encuentro como el que ha participado en el concierto de su vida, no me siento como el que ha visto un famoso, no me siento como el  perteneciente a un grupo que se siente alentado en su doctrina después de un mitín político. Mis sentimientos son más vitales, en poder acercarme a Cristo con el pescador al cual le encomendó la guía de su barca, me siento reafirmado en mi fe y esperanza unida a la de toda la Iglesia, me siento con la paz de ver al representante de Jesús aquí en la tierra.
Una experiencia única de comunión.
Al terminar marchamos en busca del autobús aparcado en la dársena de Juan XXIII y mi sorpresa cuando al pasar al lado de un grupo de gente nos empezó a aplaudir. A dos sacerdotes que no conocían. No eran aplausos personales dado que no nos conocían, manifestaban su cercanía a muestro ministerio, al sacramento que portamos, haciéndonos descubrir el apreció a dicho sacramento. Sabían que eramos sacerdotes, pero no sabían como eramos como personas. Mucha responsabilidad tenemos en esa gracia que nos ha concedido Dios y como decía antes este ministerio lo portamos como vasijas de barro.


Muchos sentimientos guardo en mi corazón que no soy capaz de expresar, pero espero revivirlos si Dios quiere el próximo agosto en Madrid.



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1 comentarios:

Unknown dijo...

Me parece un testimonio maravilloso.

Nos vemos en Madrid Reverendo. ;-P

Unidos en la oracion en los Corazones de Xto y de Maria

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